Con frecuencia se critica el intento de justificar un gran número de hechos históricos por causas climatológicas. Sin caer en el determinismo climático, somos muy conscientes de hasta qué punto el clima (y las buenas o malas cosechas, las epidemias o cualquier otro factor dependiente del mismo) influye en el presente.
En un pasado no muy lejano, Europa pasó por una serie de notables cambios climáticos. A partir, aproximadamente, del siglo X, empezaron a suavizarse las temperaturas en el área del Atlántico Norte, lo que permitió que se cultivaran viñas en Inglaterra o que los vikingos expandieran su dominio y alcanzaran y colonizaran Groenlandia y partes de Terranova.
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Ruinas de la iglesia de Hvalsey, en la Groenlandia noruega. Los asentamientos vikingos establecidos a lo largo del periodo cálido medieval desaparecieron a principios del siglo XV en parte debido a las consecuencias de la pequeña edad de hielo.
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Este óptimo climático medieval permitió que la frontera agrícola ascendiera, que se cultivaran zonas más al norte y más altas en las montañas. Tanto el clima templado como la expansión de cultivos y pastizales probablemente ocasionó que algunas especies disfrutaran también de una cierta expansión. El nombre de Waldrapp (Cuervo de bosque) parece vincular al ibis eremita con ecosistemas que ahora nos parecen chocantes, pero tal vez en este período cálido medieval no fuera infrecuente en las áreas clareadas de los bosques alpinos.
El clima en Europa comenzó entonces a enfriarse, a partir del s. XIII y desde la segunda mitad del siglo XVII hasta mediados del XIX el frío fue realmente intenso lo que se ha dado en llamar pequeña edad de hielo. Probablemente ese enfriamiento trajo consigo todo un cambio en los sistemas de producción, probablemente el abandono de cultivos en cotas elevadas, la pérdida de pastizales a favor de zonas boscosas. Además, la meteorología se haría más severa y la travesía de los Alpes para migrar hacia el sur, debió de suponer un mayor desafío. Por lo general, se le atribuye a este periodo frío un cierto papel, al menos parcial, en la extinción del ibis eremita en Europa central.
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La Mer de Glace desde Montenvers, región del Mont Blanc. A la izquierda, pintura realizada poco después del máximo de la pequeña edad del hielo y a la derecha, una foto de 2000. Se comprueban los diferentes niveles del hielo comparando dos mismos puntos. La pintura es de la Colección Gugelmann, Biblioteca Nacional Suiza, Berna; la foto de M. J. Hambrey, 2000. |
No cabe duda, sin embargo, que otros fenómenos de este largo periodo, como las incesantes guerras o la pandemia de
peste negra del siglo XIV, con rebrotes durante los siguientes cuatro siglos, debieron influir en el despoblamiento de amplias zonas. Precisamente, no deja de resultar pintoresco el atavío de los médicos que se ocupaban de los apestados, con su máscara ornitomorfa... ¿representaría algún tipo de córvido? El pico es demasiado largo y curvado...
La documentación divulgativa y científica sobre estos dos periodos es abundante, y trata de la extensión de los glaciares, los sedimentos, las inundaciones, sequías o grandes nevadas, las hambrunas o el precio de los cereales, todos ellos indicadores de la climatología.
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Waldrapp de Gesner |
Sin embargo, existe menos información sobre los cambios en la fauna silvestre, aunque
parece que también, además de la desaparición del ibis eremita, se produjo la regresión de alguna perdiz del género Alectoris, llamada Steinhuhn en alemán (probablemente Alectoris graeca, Alpensteinhuhn), que aparentemente debía ser común en el valle del Rhin en el s. XVI. En la actualidad, las perdices de este género tienen una distribución bastante más meridional.
La influencia de la pequeña edad del hielo en el sur de España parece que generó un aumento de los fríos y de las lluvias y a cambios en la vegetación esteparia que, según algunos autores, contribuiría a la desaparición del ibis en la Península Ibérica.
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