Normalmente, cuando tratamos de un animal en estado crítico de conservación, pensamos en una especie esquiva y difícil de observar. Sin embargo, en el caso del ibis eremita, nos encontramos con un ave que, en comparación con otras, apenas rehuye al ser humano. Tal vez esta familiaridad le haya costado cara a nuestra especie, aunque no haya sido así con otras de hábitos semejantes como la cigüeña.
Muchos autores explican cómo la especie solía anidar en torres y ruinas, pero también cómo sus pollos eran apreciados por su valor culinario. Ya hemos comentado que la abundancia de representaciones de inmaduros de ibis eremita se podría deber a su tenencia en cautividad para engorde y su posterior consumo.
De hecho, entre los primeros textos que hablan de esta especie, a partir de principios del siglo XVI existen varios decretos y normativas penalizando la captura de esta especie, lo que indica la importancia que debía tener por entonces su persecución.
Por el contrario, en la colonia turca de Bireçik, que a mediados del pasado siglo todavía contaba con unas 500 parejas, el ibis gozaba de una relación muy particular con las personas, debido al mito de Noé y a las creencias relacionadas con su migración (peregrinación a la Meca y regreso de la primavera). Fue el excesivo crecimiento de la población y la pérdida de dichas tradiciones el que contribuyó al deterioro de la población, aunque este era probablemente inevitable debido al uso de pesticidas.
No conocemos ninguna relación particular entre los ibis eremitas y los seres humanos en Marruecos, pero, a juzgar por la colonia que existía en Aït Benhaddou, la proximidad entre ambos no debía ser un problema. Sí lo fue, en cambio, el revoque de las torres de los ksour para una película rodada en los años 1970s.
En la actualidad, las dos únicas poblaciones que sobreviven siguen siendo bastante confiadas. Si bien en las colonias buscan el aislamiento y la inaccesibilidad, durante la busca de alimento no rehuyen en exceso la proximidad del hombre, lo que permite su observación relativamente fácil.
Puede ser que la abundancia de insectos sea mayor en torno a zonas pobladas, debido al ganado o a los residuos domésticos, pero el mismo patrón puede verse tanto en Siria como en Etiopía.
Ilustración de Otto Kleinschmidt en el Naturgeschichte der Vögel Mitteleuropas de Johann Andreas NAUMANN, 1899 en el que se representa a un par de ibis sobre una construcción de manpostería |
De hecho, entre los primeros textos que hablan de esta especie, a partir de principios del siglo XVI existen varios decretos y normativas penalizando la captura de esta especie, lo que indica la importancia que debía tener por entonces su persecución.
Antigua colonia sobre la ciudad de Bireçik, en los años 1950s |
Nido de ibis eremita, vecino de otro de cigüeña en Aït Benhaddou. ¿Porqué un destino tan diferente para ambas especies? |
No conocemos ninguna relación particular entre los ibis eremitas y los seres humanos en Marruecos, pero, a juzgar por la colonia que existía en Aït Benhaddou, la proximidad entre ambos no debía ser un problema. Sí lo fue, en cambio, el revoque de las torres de los ksour para una película rodada en los años 1970s.
En la actualidad, las dos únicas poblaciones que sobreviven siguen siendo bastante confiadas. Si bien en las colonias buscan el aislamiento y la inaccesibilidad, durante la busca de alimento no rehuyen en exceso la proximidad del hombre, lo que permite su observación relativamente fácil.
Sobre la torre de un hotel en Massa (foto Gianni Conca & Bruna Morandotti) |
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